La chica zombie
Laura Fernández
Seix Barral
319 páginas | 2013
Recuerdo el pánico que sentí hace más de diez años cuando, realizando prácticas de la carrera, me adentré en un instituto para dar charlas sobre salud sexual. Hasta ahí todo era normal y tranquilo, pero ahí estaba yo, en mitad del pasillo, después de preguntar en consejería cuál era el aula donde tenía que ir. Y sonó el timbre. Y el pasillo fue invadido por lo que a mí me pareció demasiada gente. En ese momento fue cuando me dije "aquí estás otra vez, ¿cómo has terminado aquí? Esto es horrible."
Conseguí superarlo. Dos años después impartía clases a un ciclo formativo sin ningún tipo de miedo. Pero ese reencuentro nunca lo olvidaré. Aún así debo agradecer que por nuestras tierras no gocemos de un verdadero instituto del terror, con equipo de baloncesto, béisbol, fútbol americano... y con su típico capitán, las animadoras, y sobretodo, los bailes. Gracias.
En este ambiente es en el que se mueve Erin Fancher, de dieciséis años de edad. Quien ve como su mejor amiga, Shirley, la mete en un verdadero lío, cuando Erin ya tenía suficiente con el cero y medio que sacó en un examen sorpresa de Lengua. A esta edad esas dos cuestiones por las que tiene que atravesar son un verdadero calvario. Erin, sin poder descansar la noche anterior al día D, se levanta decidida a afrontar el problema como mejor sabe (dejándose arrastrar por su amiga y hacer lo que ella quería cuanto antes, así terminará todo rápido y a otra cosa), pero entonces descubre que tienen unas heridas bastante asquerosas y su color de piel tiene un aspecto azulado poco agradable.
Narrada en tercera persona, la novela cuenta con una buena cantidad de diálogos. Esto hace que la lectura sea rápida, pero además el vocabulario que utiliza la autora a mí me ha enamorado. Sí, hay tacos. Muchos. Lo normal en esa edad, aunque confieso que sigo utilizando (y ¿abusando? de alguna de estas palabras.
Me declaro fan de varios recursos que utiliza la escritora para narrar la historia. Las onomatopeyas (GLUM, ÑAMÑAM) son grandiosas, y alguna de las comparaciones me dejó fascinada, nunca había pensado en un zombie y el sonido que emite como si fuera un cortacésped desempleado. Y esos pensamientos...
La nueva Erin Fancher estaba llorando, pero sus lágrimas no resbalaban mejillas abajo con la habitual facilidad, sino que sorteaban obstáculos.
Bultos.
Pellejos.
— Flipas.
Erin suspiró, sin quitarse ojo de encima.
- Vete a la mierda, Shirl —dijo, y colgó.
Cerró los ojos, los abrió.
El monstruo seguía ahí.
Y aquel olor
a mierda
nauseabundo, también.
— Jo-der —se dijo.
Bultos.
Pellejos.
— Flipas.
Erin suspiró, sin quitarse ojo de encima.
- Vete a la mierda, Shirl —dijo, y colgó.
Cerró los ojos, los abrió.
El monstruo seguía ahí.
Y aquel olor
a mierda
nauseabundo, también.
— Jo-der —se dijo.
Erin no estará sola en esta historia. Shirl será esa amiga que muchos hemos tenido durante nuestras adolescencia, esa amiga a muerte que un día despiertas para descubrir que no es amiga ni es nada; Servant, Leroy Kirby, Reeve De Marco, con sus preocupaciones de chicos... Y por supuesto, en la novela también hay espacio para retratar a padres, madres, profesoras, profesores, y el director del instituto, todo un personaje.
En un tono desenfadado, la autora refleja temas de gran importancia, algunos típicos de la etapa adolescente por los que todos tenemos que pasar; otros más complejos y preocupantes, pues aunque pasen los años y cada vez tengamos más avances, hay respuestas sociales que continúan estancadas en otro siglo.
En un tono desenfadado, la autora refleja temas de gran importancia, algunos típicos de la etapa adolescente por los que todos tenemos que pasar; otros más complejos y preocupantes, pues aunque pasen los años y cada vez tengamos más avances, hay respuestas sociales que continúan estancadas en otro siglo.
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